Cada fotografía implica un recorte, un fragmento congelado de tiempo y espacio. Cada fotografía es un universo en sí mismo, pero su contexto es limitado, finito.
Fotografiar puede ser observar un objeto, analizar su forma y entender su contexto para disparar un mensaje. Y no necesariamente un mensaje literal, traducible a palabras: bien puede ser una sensación o un sentimiento.
El proceso de diseño de una obra interactiva requiere definir el modo con que se vincula el público. Este nuevo espacio de encuentro implica diseñar el diálogo que se genera entre usuario y contenido y transformar el acto tradicional de recepción de la obra.
El consumo de ficción dejó de pertenecer exclusivamente a los ámbitos del cine y la televisión, para empezar a abarcar otros ámbitos de la vida cotidiana.
El desafío está en el montaje, en cómo encadenar los frames y lograr que se relacionen de manera pensada y armónica, y que al final de la secuencia se lean como una unidad de sentido.