El video, la fotografía, el dibujo, en tanto medios de representación, parecen entablar un contrato tácito con el mundo: mirarlo, encuadrarlo, reproducirlo.
Toda imagen requiere de algún tipo de tecnología para su fabricación, sean utensilios y habilidades básicas o el cálculo más complejo. Por lo tanto resulta imposible separar la técnica de la estética en la generación de imágenes.
El proceso de diseño implica una inmensa obliteración: eliminamos todo aquello que nuestra pieza pudo ser, para quedarnos únicamente con una posibilidad: la pieza que es.
Cada fotografía implica un recorte, un fragmento congelado de tiempo y espacio. Cada fotografía es un universo en sí mismo, pero su contexto es limitado, finito.
Fotografiar puede ser observar un objeto, analizar su forma y entender su contexto para disparar un mensaje. Y no necesariamente un mensaje literal, traducible a palabras: bien puede ser una sensación o un sentimiento.