Lo virtual en lo real. La ficción en las redes sociales.
Por Cecilia Hoyos Hattori
La multiplicación y la superposición de diferentes medios de comunicación fueron tratadas por diversos autores, entre los que se encuentra Arlindo Machado, quien utilizó para describir tal situación el concepto de convergencia de los medios. El autor explica que cada medio puede pensarse como una esfera, cuyo “centro denso representaría la llamada ‘especificidad’ de cada medio, aquello que lo distingue como tal y que nos permite diferenciarlo de los otros medios y de los otros hechos de la cultura humana” (2006: 1). Así, se estudiaron las intersecciones entre cine, fotografía, teatro, video y otras áreas de la expresión artística y comunicativa. En la actualidad, el desarrollo de numerosas redes sociales ofrece nuevas esferas que comienzan no solo a mezclarse y superponerse con las existentes, sino también con algunos aspectos que involucran el mundo real. En las palabras de Tomás Maldonado, “lo real y lo virtual” (1999) coexisten en este nuevo contexto.
Al pensar las series televisivas, la periodicidad de las emisiones, que implica un determinado tipo de consumo, resulta característica. Además, la separación entre lo que pertenece al verosímil de cada ficción y el mundo en el que vivimos cuenta con un límite claro y definido, resulta evidente. O resultaba tan evidente, al menos hasta algunos años atrás. La vasta presencia de los diferentes formatos audiovisuales populares (películas, series, programas televisivos, artistas y demás) en las redes sociales genera que personajes ficcionales, que pertenecen a una película, una novela o una serie, comiencen a coexistir con personas reales en las publicaciones en las redes sociales. Tomás Maldonado sostiene que “por más que haya grandes discontinuidades, hay que admitir empero que entre las dos realidades no faltan continuidades igualmente importantes” (1999: 76). Se puede considerar esta coexistencia en las redes sociales una de esas continuidades que surgen entre lo real y lo virtual en la actualidad.
Esta situación se complementa con el surgimiento en los últimos años de nuevas plataformas (como Netflix y On demand o DirecTV) que al ofrecer al espectador/usuario la libertad de elegir a qué hora comenzar a ver qué programa, cuántos episodios o capítulos y en qué dispositivo, producen una modificación en los hábitos del consumo de piezas audiovisuales. Hace unos cuantos años, tal consumo se limitaba a un dispositivo único (el televisor), horarios predeterminados por la programación y una cantidad de películas limitada a un horario en un canal. El consumo de ficción dejó de pertenecer exclusivamente a los ámbitos del cine y la televisión, para empezar a abarcar otros ámbitos de la vida cotidiana. Actualmente, la gran mayoría de la población cuenta con un teléfono celular desde donde se puede acceder a las películas y los episodios de las series y programas televisivos preferidos. Así, mientras que el consumo real se torna cada vez más individual, ya que se elige una pantalla personal; simultáneamente se torna colectivo en una escala virtual, ya que se comparten y comentan los gustos, las opiniones e hipótesis sobre lo que va a suceder a continuación en las series preferidas a través de distintas redes sociales.
Ciertas características de las series televisivas comienzan a diluirse. La periodicidad de la emisión desaparece gracias a la posibilidad de grabar capítulos y verlos más tarde, y de acceder a través de páginas web. La duración se extendió más allá de un único episodio por semana con la opción que ofrece Netflix, por ejemplo, deseguir con el siguiente. De esta manera, uno de los límites que existía entre ese mundo ficcional y el mundo real, el de un horario acotado, de un día a la semana determinado, desaparece. Por otra parte, las redes sociales como Instagram y Facebook incluyen, además de las páginas oficiales, múltiples páginas y usuarios de diferentes personajes ficticios, que suben y comparten los momentos favoritos de los capítulos, chistes, explicaciones sobre diferentes escenas, comparaciones de personajes y demás. En la mayoría de los casos, son los propios fanáticos de cada serie los responsables de tales publicaciones.
De esta manera, cualquier usuario de Instagram puede seguir a cuentas que parecen pertenecer a Tyrion Lannister, a Daryl Dixon, Dr. Gregory House, Hermione Granger, Francis Underwood, u otros personajes de ficción de su preferencia. Las publicaciones de tales cuentas se presentan entonces entremezcladas con las pertenecientes a amigos, familiares y conocidos. Estos personajes comienzan a invadir espacios que en algún momento se encontraban reservados para la interacción virtual con otras personas reales, y el usuario puede comenzar a experimentar cómo sería ese personaje en la vida real, qué frases, fotos y videos publicaría y acceder a ellos. Así, quizás un usuario al recorrer la red social ve una foto del cachorro de un familiar seguido de una cita de Dr. House. La realidad y la ficción empiezan a mezclarse y coexistir en una misma plataforma.
En Noruega se estrenó una serie llamada Skam, que explota las posibilidades que ofrecen las redes sociales para promocionarse a la vez que entremezcla la presencia de sus personajes con la vida cotidiana de sus seguidores/espectadores. Skam cuenta con cuatro temporadas, comenzó en septiembre de 2015 y la última temporada se estrenó en abril de este año. Cuenta la vida de un grupo de adolescentes y trata temas diversos (como la homosexualidad, el uso de drogas, el amor, la religión), pero propone extender sus límites audiovisuales hacia otros soportes y constituye un ejemplo de la coexistencia posible de lo real y lo virtual. Por un lado, su presencia en las redes sociales (al igual que ocurre con muchas otras series, a través de una página oficial) sumaba la posibilidad de seguir las cuentas de cada uno de los personajes principales, que contaban con sus propias cuentas de Facebook e Instagram, e incluso uno de ellos tenía su canal de Youtube.
La serie tiene su página oficial (http://skam.p3.no/), a la que se subían videos cortos de las escenas en diferentes horarios, de acuerdo a la hora a la que sucedía el fragmento de ficción correspondiente. Por ejemplo, si una escena transcurría durante el desayuno, esa escena aparecía disponible en la página a la mañana. Si era una escena de una fiesta, se subía a la página a la noche. Además, el usuario podía ver fotos y videos publicados en las redes, e incluso capturas de diálogos de Whatsapp entre diferentes personajes.
Se observa que los usuarios de los personajes virtuales buscan la mayor similitud posible con los usuarios reales. La serie se fragmenta en la información sobre los personajes publicada en las redes sociales y los videos publicados a la hora correspondiente. Y semanalmente además, se subía a la página el capítulo que compilaba el material que había aparecido durante la semana. Una de las características del estilo de esos videos cortos es una cierta cercanía a los videos cotidianos, desde el ángulo de la selfie, o la cámara con aparentes movimientos involuntarios, similares a los que se suelen subir a las redes sociales.
En Lo real y lo virtual, Tomás Maldonado considera que “cada día verdaderamente nos resulta más difícil distinguir los simulacros de acontecimientos y los acontecimientos mismos” (1999: 18). Esta situación se puede ver representada en la alternancia entre fragmentos de realidad y fragmentos de ficción que ocurre en las cuentas de las redes sociales. Más adelante, el autor explica que “cada civilización tiene su sistema propio de representaciones, y la nuestra ha hecho una elección precisa: un sistema que produce imágenes destinadas a ser experimentadas, según algunos, como más reales que lo real mismo” (1999: 20). Una manera posible de pensarlo consiste en esta posibilidad de rodearnos de las imágenes y videos de personajes ficticios, que generan que formen cada vez más parte de nuestra realidad cotidiana.
Referencias bibliográficas
Machado, A. (2006) “Convergencia y divergencia de los medios”, en Miradas. La Habana: EICTV.
Maldonado, T. (1999) Lo real y lo virtual, Barcelona: Editorial Gedisa.