Interpelando al espectador, un relato de a dos.
Por Romina Castro
Hay gente a la que le gustan las películas que se entienden y hay gente a la que le gustan las películas que dejan espacio para que el espectador sueñe. A mí me gustan las que permiten soñar. La comprensión intelectual no tiene más importancia que la posibilidad de sumergirse en cada escena separadamente. Me encanta enamorarme de una idea y ver cómo se transforma en cine, qué va haciendo con esa idea el proceso de filmación.
― David Lynch, director ―
El cine es un medio de comunicación por el cual podemos articular un relato o historia a través de imágenes y sonidos. Éstos estarán constantemente interpelando a alguien que está del otro lado de la pantalla: el espectador. Las imágenes que se suceden ante sus ojos no son indiferentes para él: se ríe, piensa, siente, llora, conjetura.
Es aquí donde entra en juego el concepto de puesta en escena. Ésta consiste en la construcción de un universo gráfico y sonoro donde cada elemento que pongamos en pantalla es congruente entre sí. Este recurso nos permite escenificar una acción para ser filmada, dándole “credibilidad” de este modo. Este universo debe ser verosímil y no necesariamente verdadero. Es decir, que se construirá una coherencia visual y sonora, a partir de la cual se armará un código que será compartido con el espectador y un discurso que será decodificado por el que esté del otro lado de la pantalla. No importa cuán extraño sea el mundo construido en nuestro film ya que este universo tendrá sus propias reglas, que serán aceptadas por el espectador implícitamente mientras se establece esta relación de ida y vuelta en donde la historia se retroalimenta.
Tomaremos como ejemplo a analizar el film animado “El cuento de la princesa Kaguya” (Kaguya-hime no Monogatar) de Isao Takahata.
En él podemos detectar distintos elementos que se ponen en juego a la hora de articular esta leyenda japonesa.
“Si alguien me preguntara qué es lo más importante cuando se crea un nuevo trabajo de animación, mi respuesta sería que primero tienes que saber lo que quieres decir con él. En otras palabras, tienes que tener un tema…”
– Starting Point, 1979-1996, libro de memorias de Miyazaki-
Como ya dijimos, las elecciones que haga el realizador a la hora de construir el universo visual donde se inscribe el relato no son azarosas, tienen como base reforzar el concepto a narrar guiando el ojo del espectador. Se presentará a lo largo del film elementos cargados de intención y significado que le permitirán tejer mentalmente un entramado aún más complejo de significados, volviéndolo un partícipe activo de la puesta.
En este film hay una elección consciente de volver a los orígenes al narrar esta historia tradicional conocida como “La leyenda del cortador de Bambú”.
Cuando hablamos de una vuelta a las raíces, no sólo hablamos del estilo de representación sino también en cuanto a la técnica en sí misma. Hay un retorno a una técnica mucho más tradicional, artesanal, la del lápiz, las tintas y las acuarelas. Hay una conexión con el origen, el interior. Llevándolo a un plano más profundo, hay un encuentro con quien uno es. Eso se sucede también a nivel narrativo como, por ejemplo, cuando Kaguya, la protagonista en cuestión, descubre que es una princesa que proviene de la luna.
¿Qué elementos hacen referencia a los orígenes de los cuales hablamos?
Por un lado, observamos la técnica, que en nuestro imaginario nos remite a las pinturas sumi-e , de origen chino, luego adoptadas por Japón.
Pintura Sumi-e
Fotograma del film La Princesa Kaguya
Es como si estuviésemos viendo un gran lienzo pintado, de delicados trazos, donde los paisajes tienen gran similitud con las estampas japonesas. Allí, el blanco prima sobre todo lo demás. El blanco no es vacío, el blanco es el papel en el que se inscriben las manchas y las formas y, sobre todo, es luz. Nos da aire visual y le da aire al espectador dentro del clima melancólico que maneja muchas veces el film.
En estas pinturas que mencionamos, destacamos la gestualidad del trazo, el movimiento de la mancha o línea que fluye orgánicamente. Es precisamente esto mismo lo que sucede en el film.
En él podemos observar que los trazos que componen a todos los personajes y paisajes se caracterizan por ser simples pero llenos de movimientos. Es justamente cuando hay mayores escenas de acción donde el trazo cobra fuerza, vida y los personajes se desdibujan, dando prioridad a la línea en movimiento.
La escena donde Kaguya huye entre los pastizales, es reforzada mediante la acentuación de la técnica. En este momento, el trazo y el concepto de animación es llevado a la máxima expresión, volviendo al personaje casi una mancha, abstrayéndose de su forma. También es una manera que tiene el realizador de representar los sentimientos del personaje en ese momento cúlmine de la historia. Cuando Kaguya estalla en llanto, literalmente también lo hace el trazo.
Como espectadores terminamos conectando cada elemento puesto en pantalla, los interpretamos, apelamos a nuestros conocimientos. Es en este ejercicio donde se puede comprender que el trazo no es trazo azaroso solamente, sino también es emoción. Así, la animación no solo es movimiento, también es vida. El blanco no representa solo el vacío o la ausencia. Así es como terminamos siendo partícipes del relato, repensándolo, reconstruyendo el mensaje propuesto por el realizador.
“Lo fascinante del cine es colocar al espectador en posiciones morales en las que nunca estuvo.”
― Alex de La Iglesia, director ―